Por: Benedicto Truman.
Fernando Londoño ha mostrado poseer conocimiento de la historia de la filosofía clásica pero falta al apelativo de sabio cuando desecha poner en práctica las sentencias antiguas. En una columna publicada este año en la que criticó al presidente Duque por preferir el diálogo sobre la imposición de su autoridad soberana, el manizalita utilizó el recurso a los diálogos platónicos para fijar los dominios de su utilización: él mismo aseveró que el diálogo estaba indicado para asuntos filosóficos o científicos pero tal como la historia ha demostrado no para gobernar.
A propósito de sus referencias al pensamiento de la antigüedad y en el marco de la reciente decisión de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia que negó las pretensiones del exministro a quedarse con 145 millones de acciones de InverColsa que adquirió en la década de los noventa, valdría la pena recordarle a Londoño el sentido de la noción de corrupción como categoría ética. ‹‹el hacer las cosas a sabiendas de que están mal hechas››. Si hacemos caso a las referencias de uno de sus compañeros de partido como el senador Ernesto Macías señalándolo que “se las cree saber todas”, es lícito advertir en el polémico columnista una inteligencia granada que aún menos lo saca en limpio de las actuaciones que se le pueden reprochar, incluso si sus conductas no son materia de delitos.
La decisión del alto Tribunal que ha llegado hasta allí luego de surcar diferentes instancias como juzgados, Tribunales y hasta el mismo Consejo de Estado, ha ratificado como cosa juzgada la sentencia que esta última institución profirió en contra de Londoño por la que debe devolverle los acciones de Invercolsa a Ecopetrol sin beneficio de recibir remuneración por los 9000 mil millones invertidos al momento de la compra. Incluso, ha dicho la Corte, si sobre esas acciones pesa un derecho de prenda de la Arrendadora Financiera Internacional Bolivariana que le compró la cartera al Banco del Pacífico, que un primer momento le facilitó al director radial el capital para que éste adquiriera las acciones.
Si el polémico político hace gala de conciencia de inteligencia y sabiduría debió haber advertido que su proceder no era permitido. Pese a que Londoño fungió como presidente de Invercolsa no tenía una vinculación laboral formal con la filial de Ecopetrol que le permitiese comprar los títulos, pues la adquisición de éstos estaba reservada para los funcionarios de la petrolera colombiana. Es poco probable que este inteligente señor no advirtiera su situación y en consecuencia es dable interpretar que actuó con conciencia de lo indebido. Su actuación puede predicarse como corrupta toda vez que actuó a sabiendas de que estaba mal hecho.
Todo muestra que a Londoño, a diferencia de los hombres sabios, no le gusta la mesura ni mesurarse ni mesurar su proceder. El gozo navideño nos recuerda ‹‹la prudencia que hace verdaderos sabios››, prudencia que al otrora presidente del Banco del Pacífico le faltó para abstenerse de la compra de acciones para la que no estaba facultado. Así las cosas se puede decir que actuó corruptamente y por extensión que él mismo es un corrupto.